Cromañon

Yo estuve ahí. Y tuve mucha suerte porque fui de las primeras en salir, por eso mi historia no es de las más interesantes (de las más trágicas), pero cuando me preguntan qué pasó no puedo más que contar lo obvio. Así que lo escribí. Eran las siete de la tarde. Estaba con mi prima y no sabíamos qué hacer para que el tiempo pase. A las ocho y diez salimos. Sabíamos que iban a tardar horas en tocar, pero la ansiedad era más fuerte que nosotras. Apenas salimos a la calle, ya se sentía ese aire rockero que hacía poco había llegado al Once junto con República Cromañón. Eso nos emocionaba. Yo vivo ahí, a la vuelta de Cromañón. Así que tardamos un toque en llegar. Nos comimos media pizza y entramos. Eran las 21. Antes de cortarnos la entrada, nos revisaron completamente, hasta nos sacaron las zapatillas. Por lo general, las minas pasan así nomás. Pero esa noche no. Y eso hacía parecer que esta vez iba a ser todo un poco más estricto. Nos cortaron la entrada y nos pusimos las zapatillas, atándonos bien fuerte los cordones para el pogo. Entramos. Ya estaba bastante lleno, pero no se comparaba con la cantidad de gente que hacía tiempo afuera.Lo primero que nos sorprendió fue que no sentimos olor a porro. Era rarísimo. Nos sentamos en el piso y nos pusimos a hablar de cualquier cosa. Nuestra mayor preocupación eran los temas que iba a tocar Callejeros. El lugar estaba lleno de banderas, nunca había visto tantas en un lugar tan chico. Pero eso no me pareció raro. No creí que Callejeros pudiera volver a Cromañón, ya que la cantidad de gente que se sumó este año fue récord. Lo que me llamó la atención fue que no faltaba nada para que tocaran y las entradas no se agotaban. Empezó a tocar Ojos Locos. Ya habían encendido varias bengalas de las comunes, que son parte del ritual rockero... imprescindibles, digamos. Puede parecer una locura llevar bengalas a un lugar cerrado, pero mayor "locura" me parece tener un techo con media sombra; mayor "locura" me parece que el dueño del local tenga tanta experiencia y no sepa que son infaltables las bengalas; y mayor "locura" me parece que a mí y a mi prima nos hayan revisado hasta, digamos, la argolla y, apenas empezado el show de la banda soporte, se enciendan diez bengalas que fueron aumentando en cantidad hasta sumar más de 25. Si eso fue posible es porque el que nos hayan revisado fue sólo una imagen, una mentira. Terminó Ojos Locos y subimos para ir al baño, pero el lugar estaba lleno de gente, y con esto quiero decir que el piso de arriba, el cual no tiene más salida que bajar por las escaleras y usar la entrada/salida general, estaba lleno de gente, de gente grande, de pendejos y hasta de bebés. Nosotras bajamos y nos pusimos justo debajo de una ventilación, cerca de las escaleras. El calor era insoportable y no corría aire.Después del pogo con "Hablando de la libertad", el tema con el cual nos metimos entre la muchachada mi prima y yo, porque somos muy fanáticas de La Renga, empezó a hablar el locutor: Chabán, que saltó porque uno del primer piso encendió un "tres tiros" apuntando al techo. El tipo empezó a decir que éramos seis mil personas ahí adentro. Y yo le creí. Pero no me preocupé, porque lo que pasó fue totalmente impensable, inimaginable. Y, sin embargo, lógico.Pero a la gente le chupó un huevo. Entonces salió Pato, el cantante, y dijo que escuchemos al tipo porque queríamos una fiesta, no una masacre. Y todos lo aplaudieron, y bla bla... Porque, obviamente, era Pato. Al toque empezaron a tocar "Distinto" el tema con el que empieza el último disco y que pocos (de los que estuvieron) se van a poder sacar de la cabeza.Pato cantaba, yo gritaba la letra y hacía lo posible por mantenerme en pie y no separarme mucho de mi prima. Había muchas bengalas, mucha gente y mucho movimiento. Sentía que iba a ser un recital un poco descontrolado a pesar de que la gente callejera es muy tranquila. Entonces arreglamos un lugar para encontrarnos apenas terminara el recital, por si nos separábamos. No sé si llegaron a pasar dos minutos de la primera canción, cuando miré hacia arriba y vi una línea anaranjada en el techo, otro "tres tiros". Cuando reaccioné volví a mirar y el techo ya se prendía fuego. A esa altura yo estaba en el medio de Cromañón y lo último que vi antes de que me llevara la gente fue la cara de Pato. Aunque fue un segundo, vi que tenía una cara de asustado de la que me acordé recién unas horas después.Entonces me llevó la gente, a los tropezones y junto con mi prima, hasta la única puerta (eran dos puertas, juntas; como si fuera una sola grande que te llevaba a dos puertas más, una de ellas estaba cerrada). Llegamos en el momento exacto para salir. Yo no caía, no entendía lo que estaba pasando.No sé si tardamos en salir o no porque estaba completamente perdida entre toda la gente y no podía creer que eso estuviera pasando. Pero cuando salí, ya había pasado, eso era todo. En ningún momento me puse a pensar que adentro había seis mil personas. No se me pasó por la mente pensar que no iban a extinguir el fuego, ni que todo se iba a incendiar tan rápido y que había gente en el primer piso (con sus bebés a cuestas) que no tenía forma de salir. Pensé que al otro día me iba a levantar con el recuerdo de al noche como si fuera (para llamarlo de alguna manera) una pequeña aventura.Ahora no puedo dejar de pensar en todas las víctimas. Si yo lo viví sin dormirme hasta las ocho de la mañana, con los ojos totalmente irritados de tanto llorar, siempre abrazada con mi hermano o mi vieja, no me imagino a todas esas familias. Yo no sé quién tiene la culpa. Pero creo que los chicos que empezaron el incendio, si están vivos, se van a querer matar. Literalmente.Testimonio de Julieta Rocío Marek, publicado en la sección "Correspondencia" de la Rolling Stone nº 83, de febrero de 2005.