Luca Prodan


Luca George Prodan nació en Roma el 17 de mayo de 1953. Su padre era un italiano especialista en arte oriental, mientras que su madre era escocesa, y la familia tenía mucho dinero. Luca, educado en uno de los mejores colegios de Europa (el Grodonstown College), guardó un profundo resentimiento hacia sus padres hasta el día de su muerte.
El 22 de diciembre de 1987 Luca fue encontrado muerto, víctima de una cirrosis hepática. Tenía 34 años. Time fate love, un disco grabado en 1981 junto a Sokol y Daffunchio, fue su disco póstumo, una colección de baladas que no dejaban de trasudar melancolía londinense. La biografía de Luca Prodan es la de un espíritu errante que con sonrisa irónica jugó su propio juego en el terreno de un mundo hostil. Italiano, con toques sajones, argentino desde 1975, realizó pinturas alucinantes del lugar donde terminó su vida. Vivió a Buenos Aires con una intensidad de la que pocos podrían jactarse; lo que para algunos sería tiempo perdido Luca lo convertía en la poesía más idéntica y contundente. Cada persona que se cruzó con él al menos dos minutos, y este es uno de esos tantos ejemplos, tiene una anécdota para contar; una anécdota que evidencia que puede haber tantas historias sobre Luca como gente se ha cruzado con él.
. —fragmentos escogidos— . "Soy medio vidente. Todos los temas de Sumo, todos, desde el primer cassette al último, todos son predicciones," explicaba pocos días antes de morir. "No lo hice a propósito. Yo hago los temas en el acto, por ahí hay algún estribillo que ya está. Las letras están hechas en el estudio, yo las hago mientras que estoy grabando, me las invento. Y nunca sé de qué carajo estoy hablando. Después al año, a los dos años, escucho y pasó exactamente lo que yo había cantado. Mi hermano también es vidente. El sabe exactamente lo que me pasa a mí, a mí acá. Y yo ni me comunico con él. Y él me escribe cartas, y me manda citas, temas, en todos me está diciendo 'cuidado, Luca', y me está diciendo cosas que él sabe que me están pasando. Es muy raro, no sé cómo explicarlo". Luca era muy consciente de su importancia para Sumo, de su carisma y de su capacidad como compositor. "Sumo es como un casamiento," explicaba. "O sea que estamos casados en beneficio mutuo. Para divertirnos con la música, para ser creativos con la música, y para ganar guita para poder vivir y comer. Y entonces si nos peleamos se caga todo. Y más para ellos, porque si yo me voy de Sumo, si yo me enojo con ellos... Ese es mi poder en Sumo: si yo me voy, no existe esto. Yo soy el que es más carismático y el que habla más y el que le da más bola a la gente. Los otros, directamente... Pettinato se hace el agrandado... Vos me parás a mí, pero si vos parabas a Pettinato en la calle, por ahí te miraba mal, con desprecio. Esa es la diferencia." Rata de ciudad como era, un día decidió viajar a Buenos Aires. En Hurlingham, una noche surgió entre varios amigos la idea de formar una banda. Cantaría Luca; Germán Daffunchio, hermano de Inés, tocaría la guitarra, y Alejandro Sokol el bajo. En lugar de vacas, con los 20.000 dólares que tenía, Luca compró todos los equipos. Solamente les faltaba el baterista, y Luca recordó a una amiga de Manchester, Stephanie Nuttal. Le mandó una carta que decía: "Si estás aburrida, vení." Cuando Stephanie llegó, le compraron una batería y empezaron a tocar. El primer show tuvo lugar en Caroline, un bar de El Palomar. Cuando llegó el momento de elegir el nombre del grupo, pusieron varios papeles en un sombrero y una de las hijitas de Timmy sacó uno: Sumo. Las frases de Luca

Particularmente prefiero el bidet, pero para soplarse la nariz el papel higiénico mata

Las frases de Luca

Aquí ( en Argentina) hay demasiada seriedad. Todos quieren ser "profesionales" y se olvidan que el rock es una locura y que los que hacen rock son locos

La historia cronologia segun los hechos.

Mayo de 1953: Nace en Roma, LUCA PRODAN. Tercer hijo de un matrimonio de clase alta. Finalmente serán tres los hermanos de Luca: Micaela, Claudia y Andrea (nacido en 1963)

1965: Entra al Grodonstown College, Escocia. 1970-1971: Se escapa del Internado, rueda toda Europa, es finalmente encontrado por su madre en una esquina romana.

1972-1980: Vuelve a Inglaterra, Londres, junto con su hermano Andrea. Toma contacto con la transición sinfónico--punk y la posterior llegada de la influencia jamaicana en Londres.

1977: Es internado en estado crítico en un hospital de Londres: coma hepático.

1981: Llega a la Argentina como intento de escapar a la heroína dado que en esa época la región no formaba parte de la ruta de tráfico internacional. Se dirige a Córdoba en procura de su amigo Timmy McKern.

Allí conoce a GERMAN DAFFUNCHIO, cuñado de Timmy. Comienzan las zapadas, SUMO va naciendo.

Viaja temporalmente a Londres, vende su departamento, compra equipos . Convence a STEPHANIE NUTTAL a acompañarlo de vuelta a la Argentina.

Nuevamente en Córdoba, Daffunchio presenta al grupo a ALEJANDRO SOKOL, quedando de este modo formado el primer grupo:

LUCA: Voz - Guitarra

GERMAN: Guitarra

ALEJANDRO: Bajo

STEPHANIE: Batería

En este grupo, sólo Luca y Stephanie tienen experiencia.

Se dirigen a Hurlingham, Bs As. Comienzan a tocar en pequeños pubs, con poquísimas personas.

20 de Marzo de 1982: Hacen su primer show "importante" en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires, siendo teloneros de RIFF.


Es famosa la anécdota de cuando Luca se enfrenta con la hinchada del "Carpo", y les dice: "Pappo?, y quién es ese Pappo??

Pettinato, como director del Expreso Imaginario , conoce a SUMO, y LUCA lo invita a unirse a ellos.

2 de Abril de 1982: Guerra de las Malvinas. Stephanie regresa a Londres, las radios dejan de pasar música con letras en inglés. Alejandro pasa a la Batería, mientras que en el Bajo entra DIEGO ARNEDO.

Diciembre de 1982: Primer concierto en Obras, junto a LOS VIOLADORES.

Octubre 1983: Graban el cassette "CORPIÑOS EN LA MADRUGADA" . Sale Alejandro y entra en su lugar ALBERTO TROGLIO. Entra RICARDO MOLLO como primera guitarra.

Se cristaliza entonces SUMO como sexteto:

LUCA: Voz

GERMAN: Guitarra Rítmica

RICARDO: Primera Guitarra

DIEGO: Bajo ALBERTO: Batería

ROBERTO: Saxo.

1984: Luca se vuelve a Europa y al regresar tocan en el Auditorio Buenos Aires.

Octubre de 1984-Enero de 1985: Graban "DIVIDIDOS POR LA FELICIDAD".

"La Rubia Tarada" (una canción que a Luca lo terminó pudriendo) comienza a pasarse por todas las FM y hace conocer al grupo, que viaja a Uruguay.

1985: Tocan en el ASTROS, en el FESTIVAL BS.AS. ROCK AND POP.

1986: Tocan en el CHATEAU CORDOBA 1986 Graban: "LLEGANDO LOS MONOS"; en Agosto lo presentan en Obras.

1987 (verano): Participan en el FESTIVAL BALI de Mar del Plata.

Viajan a Chile, tocando ante 15.000 personas.

Tocan en el CHATEAU CORDOBA.

Graban "AFTER CHABON"

Octubre: Presentación del disco en Obras.

20 de Diciembre: Ultimo show de SUMO con Luca, cancha de Los Andes. Poco público.

"El último show de SUMO lo hicimos en una cancha de la zona Sur. Casualmente fué la noche anterior a la muerte de Luca. Esa noche no había mucha gente. Si sumaban en total 500 personas, era mucho. Luca estaba muy flaco, pálido. Parecía un fósforo porque era pura pelada. Mirá lo que te digo, estaba más flaco que Pil ( por Pil Trafa, vocalista de Los Violadores). Cuando entró, lo quiso hacer con una botella de ginebra. El tipo que estaba en la puerta no lo dejó pasar, entonces Luca se la dió a un chico de más o menos 10 años para que se la escondiera debajo de la ropa. De esa forma, la botella de ginebra entró adelante del Pelado. El ambiente que había en camarines era el de un verdadero quilombo. Rompió un par de botellas y andaba a los gritos. Se lo veía realmente mal. Yo no ví el show, pero me contaron que no estuvo como siempre. Al dia siguiente cuando acompaño a un amigo a la terminal de micros de Retiro, veo en las primeras páginas de la Crónica, la noticia de la muerte de Luca, cosa que no me sorprendió, ya que por el estado en que lo había visto, era previsible ..." El Polaco (ex-Violadores)

22 de Diciembre de 1987: Luca es encontrado muerto en su casa de Alsina y Defensa.

En el Chateau Carreras siguiente los remanescentes del grupo hacen el último show. Dicen que hubo un intento de Pettinato de colocar a Palo, de Don Cornelio y la Zona en el lugar de LUCA...

NO FUE ACEPTADO.



Sumo


Sumo nació y murió con Luca Prodan. Luca nació en Roma, hijo de un italiano y una escocesa. La familia había padecido los campos de concentración de la Segunda Guerra, pero con el tiempo logró reponerse y hacer cierta fortuna. Luca estudió en Escocia y vivió toda la década de los '70 en Londres. Allí tocaba la guitarra en diferentes pubs de los barrios bajos. En 1981 aceptó la invitación de un amigo que vivía en un campo de Córdoba y se vino para las sierras de Mina Clavero, sin hablar ni una sola palabra de español y planeando comprar vacas con todos sus ahorros. Al poco tiempo se aburrió de la tranquilidad y se mudó a Buenos Aires. Concretamente a la localidad de Hurlingham.

Con un grupo de amigos tomaron la iniciativa y gastaron toda la plata en equipos: Germán Daffunchio tocaría la guitarra; Alejandro Sokol el bajo y Stephanie Nuttal, una amiga inglesa, la batería. Sumo se formó en 1981 y debutó en febrero de 1982 en el Pub Caroline's de El Palomar.

Su primera actuación importante se llevó a cabo en el Festival Rock del Sol a la Luna, en las instalaciones del Club Estudiantes de Buenos Aires en Caseros, el 20 de marzo de 1982. Del mismo participaron Riff, Juan Carlos Baglietto, Orions y Los Violadores. Asistieron unas 20.000 personas. Cuando estalló la Guerra de Malvinas, Stephanie volvió a Gran Bretaña y Sokol pasó a tocar la batería. Diego Arnedo, un vecino, se incorporó en el bajo. Roberto Pettinato, director de la revista "El Expreso Imaginario" fue invitado también para algunos shows, y quedó.

Tras un ciclo en el Bar Einstein y luego de grandes actuaciones en el Stud Free Pub y en Zero la banda logró, junto a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, ponerse a la cabeza del incipiente movimiento underground de nuestro país. Pero Luca regresó a Inglaterra, y muchos creyeron que ya no volvería. Sin embargo, el 17 de agosto de 1984 volvieron a tocar en el Auditorio Buenos Aires. Interpretaron viejos hits de la banda, algunos temas nuevos y una versión reggae de "Cambalache". La formación incluía a Luca, Arnedo y Petinatto con los nuevos Alberto Superman Troglio (batería) y Ricardo Mollo (guitarra).

El mismo Luca Prodan hace un resumen de la carrera underground de la banda: «En un principio, eran casi todos temas míos, cuando yo tocaba la guitarra. Después la cosa fue cambiando, entró una onda mucho más reggae, nos desdoblamos en la Hurlingham Reggae Band (que era únicamente reggae) y Sumo, por su parte, se puso más pesado. Y Fargo -que hoy es el guitarrista de los Redonditos de Ricota- era el violero de la Hurlingham. Después se unieron los dos grupos otra vez, Fargo se fue con Patricio Rey, yo me fui a Europa, y cuando volví con Sumo comenzamos a hacer temas de la Hurlingham... Ahora Sumo es medio reggae y medio pesado. En fin: medio raro» (G.Guerrero, pág 115).

El debut discográfico se produjo en 1985 con Divididos por la felicidad, presentado en el Teatro Astros en mayo, junto a temas viejos, que habían sido registrados en un cassette independiente (del cual se realizaron solamente 300 copias), titulado "Corpiños en la madrugada", y que sería reeditado comercialmente en 1992. El hit fue "La rubia tarada" (cuyo título original era "Una noche en New York City"). Vendieron unas 15.000 copias.

La segunda placa fue "Llegando los monos" (1986), presentada en Capital con un Obras en agosto. En esa oportunidad, se grabó lo que sería el video "Sumo en Obras", de 55 minutos de duración que contiene, entre otros, los temas "Gaitas", "Heroína", "Divididos por la felicidad", "F'you" y "Mejor no hablar (de ciertas cosas)". Cerraron el año con un show en Cemento.

Casi un año después regresaron a los estudios, para registrar su tercer álbum, "After chabón", que también fuera presentado en en el estadio Obras. Sobresalen las canciones "Mañana en el abasto" y "Lo quiero ya". Este disco lo presentaron el 10 de octubre en el Estadio de Obras ante 4.000 personas, pero la salud de Luca ya no estaba bien.

La última actuación del grupo con Luca se realizó el 20 de diciembre de 1987 en la cancha del Club Atlético Los Andes, junto a Los Violadores. El 22 de diciembre de 1987 Luca Prodan fue encontrado muerto, víctima de un paro cardíaco y una cirrosis hepática. La despedida emocionada de Sumo fue en el Chateau Rock de 1988. Allí, Pettinatto y Mollo se alternaron frente al micrófono para rendirle homenaje al alma mater de la banda de la única forma posible: tocando rocanrol.

En 1988 comenzaron a circular unos cassettes semipiratas, con temas y ensayos que habían sido grabados directamente en el portaestudio de Luca. Al año siguiente, el sello CBS lanzó "Fiebre", con las canciones que hubiesen integrado el siguiente disco de Sumo.

Dos recopilaciones oficiales salieron a la calle en 1991: "Collection" y "Grandes Exitos". Desde el mismo día de su entierro, cientos de fans visitan su sepultura en el cementerio de Avellaneda. Los homenajes van desde la clásica pintada "Luca Not Dead" hasta enterrar por el pico una botella de ginebra. La mayor convocatoria se da en el aniversario de su muerte.

En mayo de 1995 se lanzó "Fuck You", un disco doble homenaje a Sumo, en el cual participaron Lethal, Los Pericos, Los Auténticos Decadentes, A.N.I.M.A.L., Pedro Aznar, Diego Torres y Attaque 77, entre otros.

Dos grupos derivaron de Sumo: Divididos (con Arnedo y Mollo) y Las Pelotas (Daffunchio / Sokol).


El mejor epílogo posible

Refresco de un recuerdo: Cosquín Rock 2005, primera vez del festival en la comuna de San Roque, miércoles, casi 40 mil personas esperan la presentación de Charly García prevista para la medianoche. Pasa una hora: nada. Pasan dos: menos. Charly aparece a las 4, totalmente dado vuelta, y a José Palazzo, el mandamás, casi le da un bobazo. Venía de limusina la cosa. De rock star y tensión. Otro: el desastre con el sonido del año anterior, en la Próspero y así... García siempre había sido un tremendo problema para la producción del festival de la montaña. Pero el giro fue completo. Se le pide a Charly puntualidad para la prueba de sonido... y cumple. “Le dijimos ‘de 13 a 14.30’ y Charly estuvo ahí, ni un minuto más ni uno menos”, dirá Palazzo en la conferencia del cierre. A la noche, cuando debía cerrar la décima edición del festival, apenas se demoró siete minutos... Un pequeño lujo para el engranaje de la producción. 23.37, entonces, salió a escena –sobrio, sedado, gordo, rescatado– y una marea de gente se rindió a sus pies. Uno de los cuatro pilares base del rock argentino parece en buena forma. Algo lento, muy tranquilo, y con articulaciones parecidas a las del Capitán Escarlata, emergió en escena como la contracara del punk poguero y clásico de Die Toten Hosen, que ocurría enfrente, en el escenario que besa las sierras.

Así, aunque con las limitaciones del caso, el show del “nuevo García” rindió como uno de los más altos, en estética y emoción, de los varios que hubo el domingo, durante la fecha epílogo. Apoyado en una banda aceitada (el Negro García López, el Zorrito Von Quintiero, Hilda Lizarazu y el trío de músicos chilenos) y, reanimado por su nuevo estado, Charly armó un compilado perfecto de sus mejores canciones para que a casi ninguna de las 25 mil personas que asistieron se le ocurriera escapar de la lluvia. “No soy un extraño”, “Cerca de la revolución”, “Demoliendo hoteles”, “Promesas sobre el bidet”, “Rezo por vos”, “Yendo de la cama al living”, “Pasajera en trance”, “Nos siguen pegando abajo”, entre las previsibles. Más algunas gemas que corrieron el péndulo hacia el lado de la palpitación reminiscente. Vibración y sorpresa, incluso, porque, más allá de esa decena de canciones que saben todos, a García le dio por desempolvar otras con no tanta ruta en recitales: “Canción de 2x3”, por caso, o “Adela en el carrousel”. Al cierre, cuando el inmenso predio de la comarca era un bis climático de la noche anterior (una alfombra de barro y agua como efecto del diluvio) apareció Juanse para cargar de rabia una poderosa versión de “Mr. Jones”, lejano clásico de Sui Generis. “Este tema que voy a hacer pertenece a la prehistoria”, había anunciado Charly, que se bancó entero todo el recital, yendo del piano al micrófono.

Suma y síntesis, Charly, de un festival que transcurrió sin mayores sobresaltos. Al menos, puesto en comparación con ediciones pasadas más accidentadas, nerviosas y desopilantes (el libro Cosquín Rock, de Palazzo y Víctor Pintos, lo cuenta mejor). El show de los Ratones Paranoicos (apuntalado en el temple renovador de Pablo Memi) fue parejo, sólido y bastante hitero: “Sigue girando”, “Ruta 66” (con Panchito Estévez, de Mundo Alas, en armónica) y “Vampiro” entre ellos. El de David Lebon, casi un cancionero de su último disco, Déjà Vu, mechado con inevitables de ocasión: el viejo y querido “Hombre de mala sangre”, entre ellos. El de Babasónicos, compacto y con un nivel de sonido poco habitual para la banda glam nacida en los suburbios, y el de G.I.T, una pequeña decepción: el regreso de Guyot, Iturri y Toth, demasiado acorazado en estrategias mediáticas, duró apenas dos temas y encima en uno (“Es por amor”) Toth se olvidó la letra.

Mientras, por uno de los escenarios de atrás pasaba Massacre con un show bizarro (Walas salió a cantar con una máscara de luchador mexicano, y calzas grises y negras) y potente, a caballo de dos hits impecables: “La reina de Marte” y “La octava maravilla”. Attaque y Carajo cumplieron, y Viticus les puso calentura vintage a las sierras. Tres guitarras y a matar con un set poblado por rémoras de Riff (“Macadam”, versión interminable de “Mucho por hacer”, “Ruedas de metal”) y los propios de Viticus ungidos por esa fórmula sureña que nunca falla.

Festival sin sobresaltos –se insiste–, en el que la tercera y última noche no fue excepción. Festival “casi” sin sobresaltos, aunque con cierta sal en los detalles: el tremendo e inolvidable recital de Skay de la primera luna (tardaron ocho meses para convencerlo), el giro de Charly, la forma en que Willy Quiroga convenció a los organizadores para que invitaran a Vox Dei (“Nosotros nos rompimos el orto para que el rock sea lo que es hoy”, dijo el viejo bajista); la confusión sonora en el medio del predio (en un momento Attaque, Viticus y Ratones parecían una sola banda) y los tapones de punta de Gamexane para recordar a los ausentes con aviso mientras Todos Tus Muertos salía a tocar: “Gracias Callejeros. Sigan quemando gente, hijos de puta”.



Lo dijo Skay

Todos esos años le dejaron a Skay una infinidad de historias, anécdotas y experiencias increíbles. Dice que prefiere expresarlas a través de la música. Pero contó muchas.

¿Qué recordás del recital de Jimi Hendrix?

-La gente bailando sola, como en trance, sobre las butacas. Algo inédito para la época. Hendrix era un ser absolutamente salvaje, que hacía música con un acople. Era la libertad hecha música. Y me mostró una característica fundamental del rock: la gestualidad. Pero Hendrix, si bien marcó un quiebre en la música, era un exponente más de esa cultura que expresaba lo que todos queríamos expresar y que se vivía en la calle todo el tiempo.

¿Qué pasaba en la calle?

-Podías encontrarte con gente que venía viajando de la India y se ponía a contarle sus historias a alguien que llegaba desde Holanda. Tocaban la guitarra y se ponían a bailar. En una casa tomada funcionaba el Art´s Lab, donde convivían un gurú hindú con un mimo capaz de interpretar universos psicológicos y espirituales. En esa época, la droga era un medio de compartir un momento. Servía para atrevernos a entrar en otra dimensión. No había problemas con la policía al respecto: podía fumar en la calle y nadie se daba cuenta de que era marihuana.

¿Cómo era la relación con los eventuales vecinos del terreno baldío en el que vivias?

-Muy buena, porque no hacíamos cagadas. El verdulero, por ejemplo, en vez de tirar la mercadería que le sobraba, nos la daba a nosotros. Y Poli, maestra absoluta de la administración, hacía comida para todos. El drama era la policía. Porque no sabían si éramos guerrilleros o qué. Cuando hacían allanamientos, no sabían si buscar falopa o buscar armas.

¿Qué se tocaba en los fogones?

-A mí me gustaba afinar la guitarra en un acorde y hacer una especie de ragas hindúes. Eran zapadas interminables donde cantábamos todos. Eran juegos musicales; con el tiempo terminamos llamándolos folklore universal. No era rock. Era, simplemente, jugar con la música.

¿Militaban en política?

-No. Muchos amigos nuestros sí. Tenía afinidad con ellos, pero los veía muy rígidos. Yo pertenecía a una banda de hippies que proponía una revolución posible: atreverse a despojarse de lo que es la propiedad privada. Ese es un acto revolucionario. Parece fácil, pero hay que hacerlo.

Skay lo hizo. Su bagaje consistía, por entonces, en su mochila con uno o dos pantalones, algunas remeras y una bolsita con amuletos, caracoles y piedritas. Y la guitarra, infaltable. De ese modo comprobó que es verdad el dicho “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. Y lo aplicó a su vida. Y a la música.

Luego de irse de su casa, Skay cortó el contacto con sus padres durante unos siete años. Su situación era un reflejo de una lucha generacional. Con el tiempo, sin embargo, recompuso la relación que ahora, dice, es maravillosa: “Los descubrí como personas. No tengo el rol de hijo, ni ellos el de padres. Nos volvimos más comprensivos”.

¿Escuchan tus discos?

-Yo se los he ido regalando. A veces, cuando me dicen que les gustan, yo mucho no les creo (se ríe). Ellos disfrutan más del jazz o de la música clásica. Pero, en fin, supongo que son esas cosas que le dice un padre a su hijo.

“Gran parte de los compañeros de aquellas experiencias terminaron siendo los primeros Redondos. Para mí, Los Redondos no arrancan en el momento de conocerlo al Indio, sino que son una consecuencia de toda esa experiencia previa, que venía de la autogestión”, dice Skay.

La historia cuenta que Carlos Solari, Guillermo Beilinson, Skay y una banda de forajidos comenzaron a hacer canciones para musicalizar un film en súper 8. En esos primeros ensayos, Skay era el director musical, pero los arreglos eran lo de menos: “El Indio me había dado un silbato, para poner un poco de orden en los cortes y en los solos” (se ríe).

Fue en Salta, en 1977, cuando los músicos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tocaron por primera vez con ese nombre. De esas épocas, Skay recuerda que la música era un acto catártico: "Morían muchos amigos y conocidos alrededor, y nuestras vidas no estaban aseguradas. Entonces decíamos: Nos encontramos hoy, vamos a festejar hoy. Cada seis meses Poli buscaba un lugar y yo armaba la banda. Nos juntábamos para saber que estábamos vivos. Eran momentos intensos y muy divertidos. Después de esa época siniestra, empezamos a tocar más seguido y entró un dinero que nos permitió grabar. Ahí vimos que era un camino posible”.

La lista de músicos que tocaron convocados por el espíritu de Patricio Rey resulta casiinabarcable. La historia redonda, también. -"Con el Indio, seguramente, nos vamos a volver a encontrar. En principio, como personas. Porque nunca tuvimos notorias diferencias musicales"- dice Skay.

En noviembre de 2001, Los Redondos se tomaron "un año sabático" y fue entonces cuando Skay decidió atravesar el Mar de los Sargazos. Odisea que encaró, básicamente, a remo (la tan mentada tracción a sangre).



Skay


A los 12, Skay era Eduardo Beilinson. Un niño que llegaba corriendo a su casa desde el colegio y sintonizaba Radio El Espectador, de Montevideo, que se escuchaba perfectamente en La Plata. El programa se llamaba Beatlemanía y pasaba los temas del grupo que marcó el comienzo de la “gran revolución generacional” (Skay dixit). El pequeño Eduardo se enamoró de ese sonido. Estaba terminando la escuela primaria y años antes había aprendido algunas zambas en la guitarra. Pero cuando descubrió los tres acordes de “Twist & Shout” armó un grupo, The Longfellows, con un repertorio basado en los Fab 4 y los Byrds. El alumno Beilinson se apasionaba con la música y no era afecto a la lectura. Sin embargo, durante el secundario nunca se llevó una materia. Había construido su primera guitarra eléctrica (“el cable que no tenía plug y era una rosca (risas); los que sepan de guitarras sabrán de que hablo”, dice). No era de jugar al fútbol, ni hacía ningún otro deporte. Prefería ratearse del Liceo Víctor Mercante a jugar al billar en tugurios llenos de humo. Algo sabía sobre la explosión del hippismo en el mundo. Pero ni siquiera sospechaba el rumbo que iba a tomar su vida. En 1967, yendo a Sudáfrica en barco con sus padres, ganó un concurso tocando la guitarra. El premio era un pasaje a Europa, que un año más tarde se transformó en un viaje iniciático junto a su hermano Guillermo. A fines del 68 llegaron al Barrio Latino de París, y participaron de varias revueltas estudiantiles (resabios del emblemático Mayo francés), hasta que de alli se fueron a Londres ("En realidad de Francia nos deportaron. En una revuelta la policía me metió un palazo en la cabeza. Estuve en cana y después nos echaron. Y bueno, fuimos a Londres". “El Che Guevara estaba en las pancartas, y ser sudamericano era peligroso”, recuerda). Allí se encontraron con su otro hermano, Daniel. Se maravillaron con la explosión del hippismo y vieron un show de Jimi Hendrix en el Albert Hall. En Londres, Skay recibió un llamado de sus padres, preocupados por el nuevo rumbo que había tomado la vida del joven Eduardo. Negoció, entonces, su regreso a la Argentina. Trajo un amplificador Marshall, una guitarra Grestch, un wah wah y un distorsionador. Volvió a La Plata cargado de discos de Hendrix, Cream, Pink Floyd y Vanilla Fudge. Su concepción del mundo y de la vida ya era diferente. Dejó el colegio, abandonó- para siempre- la seguridad burguesa y la contención de su familia de clase media acomodada y partió a la aventura. Conoció a Poli y, junto a ella, su hermano Guillermo y una comunidad ambulante de delirantes inició un periplo que lo llevó a vivir en: a) un terreno baldío en la ciudad de las diagonales; b) un campo en Pihué, donde intentó vivir de la caza con arco y flecha; c) una casita en Tolosa; d) la selva salteña, y e) San Rafael, Mendoza. Además, se hizo amigo de los miembros de la Cofradía de la Flor Solar, un grupo hippie de La Plata que contaba entre sus miembros al maestro Rocambole-responsable de la imagen gráfica de Los Redondos y, también, del nuevo proyecto de Skay-y músicos como Kubero Díaz, Morcy Requena y Manija Paz. Formó el grupo Diplodocum Red & Brown (llegó a grabar un simple en 1970) y visitó, en ocasionales paseos por Buenos Aires, el Instituto Di Tella.

Skay Beilinson se cruzó con Carmen "Poli" Castro en 1969 (5 de noviembre de 1969) luego de un concierto conjunto que dieron Diplodocum y La Cofradía de la Flor Solar en el Opera de La Plata. Integraban la poderosa vanguardia hippie platense. Skay ya tenía cierta experiencia política-lisérgica por sus experiencias por Europa. Poli era estudiante de teatro y aquel día del 69 estaba haciendo la obra "300 millones", de Roberto Arlt.
A él todavía nadie le decía Skay: (lo bautizaría poco después, cuenta la leyenda, Marta Minujín en el Instituto Di Tella: "tenes los ojos azules como el cielo" dijo). Ella tampoco era "La Negra Poli".

"Yo tenía la cabeza en llamas -dice Skay-. Volví de Europa con un amplificador Marshall, un pedal de distorsión y uno de wah-wah. Después de Diplodocum me acerqué a La Cofradía, donde llegué a grabar. También formé un trío acústico con Morci Requena y Kubero Díaz. Eramos hippies, vivíamos en comunidad, creíamos en una nueva vida y en un nuevo hombre. Cuando conocí a Poli todo me cerró aún más." Agrega Poli: "Nos fuimos a vivir en comunidad a la Isla Paulina, cerca de Berisso. También estuvimos en Sierra de la Ventana, en Tolosa... Por 1974, 1975 aparece el Indio con Guillermo, el hermano de Skay."

Ese fue el germen de los Redonditos. Skay y el Indio empezaron a componer canciones como Mariposa Pontiac y Un tal Brigitte Bardot. Políticamente la Argentina se estaba oscureciendo: algunos integrantes de las diferentes comunidades hippies o de círculos intelectuales empiezan a ser perseguidos. En 1976 hay allanamientos y desaparecidos. Hay una diáspora y un concierto mítico en la ciudad de Salta. Nacen los Redonditos con un aura misteriosa. Mucho antes de convertirse en la banda de rock más grande de la Argentina, el grupo buscó exorcizar los dolores de la dictadura con performances subterráneas donde se mezclaban estéticas de cabaret, vodevil, rock, teatro y plástica.

Viva Belice

El baterista Daddy Antogna es el Robert Wyatt vernáculo: como el inglés, se enfrentó a un destino hostil para volver con un disco que reformula el rock progresivo argentino y lo saca, nuevamente, de la canción.Ya lo dijo Joey Ramone: “I believe in miracles for me and you”. Y podría agregársele el “for the entire human raze” de Michael Jackson. Porque fue así, mezcla de milagro y voluntad, como Daddy Antogna llegó, a los 53 años, a sacar Viva Belice, un disco que se inserta en una larga tradición argentina de rock progresivo.La historia es corta y trágica pero con final feliz: Daddy tenía 20 en 1982 cuando armó Ave Rock, una banda a la que muchos consideran la primera de ese palo. Después formó Orion’s Beethoven y pasó un tiempo por Pastoral. Incansable, también fue músico de Vinicius de Moraes durante tres mitológicas semanas e incluso armó una banda con Stuka de Los Violadores y ensayó con Pappo y Medina antes de que armasen Aeroblues. Pero un día tuvo un accidente en una pileta y nunca más pudo volver a caminar. Recién después de ocho operaciones, volvió a abrir y cerrar sus manos y comenzó a percutir con instrumentos improvisados. Hoy la historia lo encuentra con banda –los de Helio, en alusión a la banda que acompañó al fallecido Sandro, los de Fuego– y disco, más una serie de recitales en la Ciudad de Buenos Aires y La Plata. “Me siento como un pibe que recién arranca a tocar. Por suerte, la vida siempre te da otras oportunidades”, asegura Daddy ante Agencia NAN.Los de Helio –el ex Reynols Alan Courtis en guitarra, Nicolás Diab en bajo y Fernando de la Vega en batería– lo acompañan en este nuevo proyecto que devuelve al candelero a una de las joyitas del rock progresivo de los 70s, de aquel rock atemporal que aún suena contemporáneo. Viva Belice está hecho por cuatro integrantes y dos invitados, ocho temas y 44.44 minutos de duración. “Claves herméticas” de una banda que ya nació con mística: el nombre del disco hace referencia a un clásico tema de Ave Rock, “Viva Bélgica”, y Belice hace alusión al país que sigue en el diccionario; palabras que insinúan que este proyecto es una continuación de aquel experimento.Así, Daddy y sus compañeros sellan esa fraternidad existente en nuestros días entre el rock actual y el de los 70s (que ya viene siendo recuperada por bandas como Pez, Natas, Honduras y Poseidótica), ofreciendo un álbum que se despega de los parlantes con un sonido progresivo y que también marca el regreso discográfico de alguien que nunca debió haberse ausentado.Riffs potentes y explosivos, bases de bajo progresivas, certeras y rítmicas, violoncello, violín, teclados y acordeones que se encargan de marcar los momentos de tensión y amedrentar las esperas de rock y una batería jazzera y setentosa son la clave fundamental para construir estos ocho instrumentales de rock atemporal, con climas en subibaja, calentura de jam de jazz, métricas muy prolijas y momentos sinfónicos, a la manera de Daddy Antogna y los de Helio.La crítica completa de Guillermina Watkins en Agencia NAN

Bob Marley

Este sábado los fanáticos del reggae conmemoran el aniversario número 65 del nacimiento de uno de los músicos más influyentes de este estilo, el jamaicano Bob Marley, quien falleció el 11 de mayo de 1981 en Nueva York.

Hijo de Cedella Booker, una mujer negra y de Norval Marley, un marino inglés blanco, que nunca lo reconoció, nació en la localidad de Nine Miles y creció en un país donde los afrodescendientes vivían en la más absoluta pobreza.

Luego de algunos años en el campo, en su niñez se trasladó junto a su madre a uno de los barrios más peligrosos de Kingston, la capital del país, conocido como Trenchtown.

En ese lugar conoce a dos compañeros con los cuales iniciaría su corta, pero prolífica carrera musical: Neville Livingstone y Winston Hubert McIntosh, popularmente conocidos como Bunny Wailer y Peter Tosh, también famosos artistas de reggae.

Con ellos consigue solidificar una banda, tras varios intentos y con el paso de distintos integrantes, llamada The Wailers, donde también participaban otros músicos, y sumó sus primeros hits, como "Stir it up" y "I shot the sheriff" y "Get up stand up".

Música y Rastafari

Tras ello, se acerca a la fe rastafari, de la cual se transformó en su principal difusor a nivel mundial hasta el día de hoy, debido a la popularidad que alcanzó con sus canciones sobre problemáticas sociales y por la igualdad de derechos.

Alrededor de 1973, Bunny, Peter y Bob deciden seguir caminos distintos, aunque la mayor parte de la banda liderada por los hermanos Barret se queda con Marley, y el grupo pasa a denominarse Bob Marley and the Wailers, nombre que se hizo conocido a nivel mundial.

De esta etapa es de donde surgen sus éxitos más reconocidos como "No woman no cry", "Redemption song", "One love" o "War", gracias a lo cual llega con mucha fuerza a los mercados europeos y estadounidense, transformándose en una estrella a nivel mundial.

Su deceso en 1981 fue fulminante, luego que unos meses antes se le diagnosticara un cáncer por no curarse de buena forma una herida en el pie, herida que le derivo en un tumor que se expandió por todo su cuerpo, para fallecer el 11 de mayo de ese año.

El gobierno de su país le otorgó la Orden al Mérito de Jamaica por su contribución a la cultura y a la paz en la isla en momentos turbulentos, además de hacer conocida a la nación en todas partes del mundo.

Bob Marley reflejó el sufrimiento de una población negra eternamente rechazada, además de convertirse en un luchador mundial por los derechos humanos, hechos que hasta el día de hoy lo convierten en un ícono.

Fue por Bob Marley que el mundo supo de la opresión de negros, mulatos e indios, o del hambre y la pobreza en América. Con él muchos encontraron esperanzas de un mundo mejor, lleno de amor e igualdad, en el que cada uno podía levantarse y pelear por sus derechos, como dijo en su canción.

Una forma distinta de ver la vida estaba expandiéndose por el mundo en los 60 y 70, cuando él aportó su voz y su ritmo. No hay, lamentablemente, muchos hombres que hayan dejado una huella tan profunda y sincera, o que hayan logrado ser algo más que una cara estampada en una remera.

Facundo Pereyra-LA GACETA