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Viva Belice

El baterista Daddy Antogna es el Robert Wyatt vernáculo: como el inglés, se enfrentó a un destino hostil para volver con un disco que reformula el rock progresivo argentino y lo saca, nuevamente, de la canción.Ya lo dijo Joey Ramone: “I believe in miracles for me and you”. Y podría agregársele el “for the entire human raze” de Michael Jackson. Porque fue así, mezcla de milagro y voluntad, como Daddy Antogna llegó, a los 53 años, a sacar Viva Belice, un disco que se inserta en una larga tradición argentina de rock progresivo.La historia es corta y trágica pero con final feliz: Daddy tenía 20 en 1982 cuando armó Ave Rock, una banda a la que muchos consideran la primera de ese palo. Después formó Orion’s Beethoven y pasó un tiempo por Pastoral. Incansable, también fue músico de Vinicius de Moraes durante tres mitológicas semanas e incluso armó una banda con Stuka de Los Violadores y ensayó con Pappo y Medina antes de que armasen Aeroblues. Pero un día tuvo un accidente en una pileta y nunca más pudo volver a caminar. Recién después de ocho operaciones, volvió a abrir y cerrar sus manos y comenzó a percutir con instrumentos improvisados. Hoy la historia lo encuentra con banda –los de Helio, en alusión a la banda que acompañó al fallecido Sandro, los de Fuego– y disco, más una serie de recitales en la Ciudad de Buenos Aires y La Plata. “Me siento como un pibe que recién arranca a tocar. Por suerte, la vida siempre te da otras oportunidades”, asegura Daddy ante Agencia NAN.Los de Helio –el ex Reynols Alan Courtis en guitarra, Nicolás Diab en bajo y Fernando de la Vega en batería– lo acompañan en este nuevo proyecto que devuelve al candelero a una de las joyitas del rock progresivo de los 70s, de aquel rock atemporal que aún suena contemporáneo. Viva Belice está hecho por cuatro integrantes y dos invitados, ocho temas y 44.44 minutos de duración. “Claves herméticas” de una banda que ya nació con mística: el nombre del disco hace referencia a un clásico tema de Ave Rock, “Viva Bélgica”, y Belice hace alusión al país que sigue en el diccionario; palabras que insinúan que este proyecto es una continuación de aquel experimento.Así, Daddy y sus compañeros sellan esa fraternidad existente en nuestros días entre el rock actual y el de los 70s (que ya viene siendo recuperada por bandas como Pez, Natas, Honduras y Poseidótica), ofreciendo un álbum que se despega de los parlantes con un sonido progresivo y que también marca el regreso discográfico de alguien que nunca debió haberse ausentado.Riffs potentes y explosivos, bases de bajo progresivas, certeras y rítmicas, violoncello, violín, teclados y acordeones que se encargan de marcar los momentos de tensión y amedrentar las esperas de rock y una batería jazzera y setentosa son la clave fundamental para construir estos ocho instrumentales de rock atemporal, con climas en subibaja, calentura de jam de jazz, métricas muy prolijas y momentos sinfónicos, a la manera de Daddy Antogna y los de Helio.La crítica completa de Guillermina Watkins en Agencia NAN